FB

miércoles, 23 de diciembre de 2009

Te odio, James.

Allí estaba yo, escéptica perdía —con unas gafas horteras que seguro están hechas de plástico reciclado de las bolsas del Carrefour—, a punto de tragarme casi tres horas menos cuarto de AVATAR.

El primer impacto: un cabo Sully huyendo de su rutina sin asumir con piernas prestadas. Si Christopher Reeve levantara la cabeza…, se acordaría de toíta la casta de James Cameron, sorbiendo mocos, claro.

Segundo impacto: esa onírica «selva» tan perfectamente real de día como de noche, pero tan trascendental y dura como etérea; palpable como cada avatar —¿un avatar es un «alter ego» o es un continuo fluctuar del destino?—, como cada bicho raro manifiestamente perfecto, perfectamente irreal.

Tercer impacto: una Na´vi saltando encima de un avión vivo, tribales tatuados en el rulé incluídos (del avión vivo, se entiende). Mon Dieu! He cambiado de opinión, paso de Spielberg, ya no quiero que me abduzca ET:
Compro choza, ramita de megaárbol o chuminá campestre similar en Pandora. Razón (¿eso qué es? Yo deso no gasto) aquí.
FELICES FIESTAS